«En toda mi vida he visto
florentín más portugués» (vv. 1909-1910)
De esta manera responde Nise, una de las damas de La banda y la flor, a los requerimientos amorosos de Enrique, luego de ver cómo antes ha cortejado a sus primas Lísida y Clori. Los versos son eco de una tendencia muy anterior (y ya extendida en el Siglo de Oro) que radica en otorgar ciertas características generales a personajes particulares según sea su procedencia, así por ejemplo, los ingleses eran conocidos por comilones, los holandeses por bebedores y los franceses por su orgullo.
De este modo, tanto la preceptiva aristotélica como la horaciana, y, hasta llegar a la renacentista dan cuenta de la existencia de determinados estereotipos nacionales. En el caso de los portugueses, se los caracterizaba como «“amantes, derretidos, altaneros y a par de Deus”»[1]. Calderón, y otros autores del Siglo de Oro, aluden a esta identificación en variadas ocasiones, estableciendo la sinonimia entre amante y portugués. Lope, en su comedia La mayor virtud de un rey, señala:
«Andad que sois portugués
y amáis por naturaleza.
Huélgome que así me honréis;
que quien portugués no fuera,
ni os amara, ni entendiera
lo mucho que merecéis».
En otras ocasiones el mismo Lope sostiene:
«dicen que amor
es tan propio portugués» (El galán más portugués, Duque de Berganza, vv. 93-94).
Tirso de Molina, por su parte, los vincula directamente con el amor en Doña Beatriz de Silva:
«Ya, amor, pues ella se ausenta,
no os llaméis más portugués» (vv. 630-631).
Erik Coenen ha estudiado con detenimiento este tema en «Poética y carácter nacional: los catálogos de atributos nacionales en las poéticas (neo)clasicistas», Estudios clásicos, 130, 2006, pp. 65-85.
Mientras, a cualquier hora y en cualquier lugar, podemos seguir encontrándonos con florentines portugueses o don juanes de variadas procedencias. Cuidado con ellos.
[1] Ver la edición de Erik Coenen a la obra A secreto agravio, secreta venganza, Madrid, Cátedra, 2011, pp. 61-63.